Me sentía volátil.
Como si pudiera,
ante la menor chispa,
inundarme de calor intenso,
estallar en llamas
y no poder consumirme.
Arder eternamente.
Al fuego de tu recuerdo,
caliente como las manos del mismo Mandinga,
no parece importarle
la leyenda que está grabada
en cada uno de mis huesos;
esa que lee:
"Peligro,
inflamable".