Daba vueltas en la cama desde hacía, fácil, una hora. Esa noche le estaba costando mucho dormir. Más que de costumbre.
Todo el día había estado maquinándose la cabeza, pero cuando uno esta levantado es más facil distraerse. Cuando las luces se apagan y la cabeza toca la almohada, más vale dormirse rápido, porque, a veces, pasar tiempo con uno mismo puede ser realmente incómodo.
En una de sus incontables vueltas insomnes, descubrió que no estaba solo. O mejor dicho, que en su habitación había alguien más (no es lo mismo). Sentado en una silla ubicada al otro lado del cuarto, un hombre elegantemente vestido lo observaba.
Sobresaltado, se sentó de un golpe en su cama. El hombre de la silla intentó calmarlo. "No te preocupes. Nunca te lastimé, no pienso hacerlo ahora." le dijo.
-¿Cómo que "nunca te..."? -Hizo una pausa. -¿Lo conozco?
-Lo dudo. -Respondió el extraño. -Aunque yo a vos te conozco bastante bien. Llevo años en tu vida. De hecho, -dijo sonriendo -es tu vida lo que hace que yo exista.
-No entiendo... ¿Quién es usted?
El hombre de la silla se acerco muy lentamente hacia la cama, haciendo crujir el piso de madera a su paso. Se inclinó sobre el oído de su aterrado interlocutor, y susurró:
-Yo... Soy tu Miedo. -Y para cuando terminó de decir esto, ya lo había devorado.