30.1.12

Necesidad

Toda noche esconde
un Sol.
Todo poeta esconde
una ciencia.
Todo hombre esconde
un poeta.
Si no fuera así,
sería una bandada de pájaros
o un viento de verano.

18.1.12

Cuatro

Cada vez que hablaba, conquistaba a alguien. Era de esa gente que todo el mundo quiere conocer, porque es interesante. Las cosas que contaba. Cómo las contaba. Tenía un timing perfecto.

Tanto tardó Felipe en darse cuenta de su error, que cuando finalmente lo hizo, comunicarse con Graciela ya era imposible. "Si me hubiera dado cuenta cuando pasó, la hubiera llamado", se dijo. Pero ahora Graciela ya no tenía su celular encima. Un celular no sirve de mucho cuando habitás un ataud.

Libros, revistas, cuadernos, cartas, postales. Su escritorio estaba superpoblado. Las cosas se caían del acantilado de roble hacia el océano de parquet. Ya no podía estar así y se dispuso a ordenar. Para cuando terminó de ordenar, no sólo había cambiado dos veces de calendario, sino que se dió cuenta de que ese escritorio no era realmente el suyo. Esa casa no era realmente la suya. Y volvió a desordenarlo.

Nadie podría haberlo adivinado, pero pasó. Guillermina había quedado embarazada. El futuro padre se había ido del pueblo ni bien se enteró de la noticia. Pero Guillermina decidió tener al crío. Ante la pregunta de cómo se iba a llamar la criatura, su respuesta fue "Lautaro. Como papá.". Y el niño nació con los ojos negros como el petróleo y el corazón puro como el aire del campo.

15.1.12

Viaje

-¿Cuanto falta? -Preguntó Sofía.
-Un rato, quedate quieta. -Ordenó su madre.
Estaban sentadas en un asiento doble, de los que "viajan de espaldas", cerca de la puerta de ascenso al colectivo. Los asientos de mas adelante estaban todos ocupados por ancianas, por lo que la mamá de Sofía le cedió su asiento a una señora mayor que acababa de subir.
Sentada al lado de Sofía, la señora sacó de su cartera un espejito, y mirando a la nena le dijo, sonriente: -Este espejo es mágico, ¿sabés? Si vos te mirás en él, te muestra como vas a ser de grande.
Asombrada, Sofía tomó rápidamente el espejo y buscó su reflejo. Sus manos temblaron cuando la imagen que éste le devolvió fue la cara de la anciana que hasta hacía instantes había estado sentada a su lado, y que ahora la miraba desde la vereda, mientras el colectivo se alejaba.

6.1.12

El Hombre del Espacio (Payada Sci-Fi)

Cuentan algunos paisanos
que a este pueblo perdido,
que hace años no es oído
en las reuniones del gobierno,
arribó aquel invierno
un ser desconocido.

Era un Hombre del Espacio
y de un planeta distante.
Se detuvo algún instante
esperando bienvenidas
y hubo algo que enseguida
encontró desconcertante.

Con cartones se abrigaba
un adulto que era un chico,
mientras un anciano rico
miraba para otro lado,
y díjose el recién llegado
"es algo que no me explico".

A nadie le parecía
ni la mitad de importante
de lo que a este visitante
le parecía tal escena,
mas diose cuenta con pena,
al observar detenidamente,
que la mayoría de la gente
a esto no estaba ajena.

Ya sentía el forastero
una presión en el pecho.
Si todos conocían el hecho,
¿por qué nadie hacía nada?
"¿Cómo hay gente tan forrada
habiendo quien no tiene techo?".

A pesar de estar dispuesto,
no podía hacer nada.
Más que con una mirada
y un abrazo sincero
no contaba este extranjero,
y así abandonó la cruzada.

Y se fue como llegara,
aunque algo mas confundido,
y sin haber entendido
por qué hay chozas, si hay palacios,
aquel Hombre del Espacio
había desaparecido.

4.1.12

Déjà vu

Cuando abrió los ojos, David ya estaba odiando ese martes.
 Desayunó lo más rapido que pudo, porque ya casi no tenía tiempo. La ducha que tomó para despabilarse duró más de la cuenta esa mañana. Tomó las escaleras desde el 7mo piso donde vivía (no usaba el ascensor porque tenía miedo de cruzarse a Josefina, la inquilina del 5to C -"poseedora de una belleza estupidizante", según el mismo David- y perder toda capacidad de articular palabras coherentes, como le sucedía siempre que se la encontraba) y bajó tan apurado que llegó a la puerta casi sin aliento. -Ya está, hoy dejo de fumar- se dijo.
 Afuera, la calle era un concierto a destiempo. Motores, bocinas, un tango que salía de una ventana. Cada uno tenía un director distinto. Por suerte, David tenía su mp3 a mano y tapó la voz de la urbe con un disco de Rush saliendo por sus auriculares, como para arrancar bien la jornada.
 Mientras cruzaba Senillosa, la guitarra de Lifeson se imponía tan bien a los ruidos del mundo real que David nunca escuchó el 112 que se lo llevó por delante.
 Cuando abrió los ojos, David ya estaba odiando ese martes.