el Bólido rojo del Norte.
Sus pies metálicos, incansables, caminan las venas calientes
de la fría tierra que habita.
Todas estas caras.
Todas estas gentes.
Todas estas vidas que en un instante
se pierden.
Sus visiones grises se adivinan transparentes.
Invisibles.
Pero presentes.
Arremete contra el viento y se siente volar.
Se siente halcón.
Señor del Cielo.
Hijo del Tiempo.
Muerto en vida,
sigue con su juego de vaivén
el Bólido rojo del Norte.