Lo mejor que le pudo haber pasado, fue salir de ese lugar. ¿Qué era? ¿Una zanja, un pozo? Nada de eso.
Había sido su refugio. Su abrigo. El lugar donde halló reparo del frío de ahí afuera, donde proliferan los odios y las soledades.
Había sido eso, y más. Pero ya no era nada. Ahora era un hueco aún más grande que el de su pecho, herida de una guerra que había perdido, sin enterarse, antes de la primera batalla.
Caminó por lo gris, volteando a menudo a ver lo azul que dejaba atrás. Más allá de donde los ojos podían ver y las manos no alcanzan.
Pero sucede que a veces las cosas no salen como uno espera. Y eso era algo que él no sabía.
Cuando estaba por darse por vencido, llegó.